Cuento fantástico: Ampliación y variantes

Me despertaba, era sábado, desayunaba y almorzaba sin ganas sabiendo que iba a circo. A mi mamá le encantaba que vaya y yo solo lo hacía por ella, sin dejar de lado que me divertía la tonta idea de en un futuro tener nariz roja y pelo rizado de un fuerte color.

Luego de llegar y hacer un par de trucos en el trapecio, me patino y caigo en un profundo y oscuro túnel. A medida que el vértigo iba cesando, una deslumbrante luz reflejaba cómo mi ropa básica y normal tomaba vida y color de un típico payaso de circo.

Fue así como mi supuesta caída en el trapecio de mi cotidiana clase semanal, se convirtió en el impulso de un salto a otro trapecio, o mejor dicho, hacia una vida paralela como payaso.

Caí a un vacío repleto de colores. No me sentía yo, mi esencia no era la misma

Levanto la mirada, me encontraba sentada en el fino palo del trapecio, agarrada de ambas cuerdas como si fuese una hamaca. Al rededor mío, una ronda de personas, unas más altas que otras, esperaban ansiosas algún truco o movimiento mío. Entre tantos trucos decido hacer mi favorito. Preparada para deslumbrarlos, me doy cuenta que no consigo moverme. Una inaguantable desesperación corría por mis venas, pero mi cara solo reflejaba una falsa sonrisa que no podía borrar. 

Totalmente inmóvil, percibo como mi cuerpo tomaba vida. Mis brazos se movían de forma agresiva y sin ritmo junto con mis piernas, pero no era por decisión propia. Poco a poco voy sintiendo como unas cuerdas incoloras apretaban fuerte mis cuatro extremidades. 

Logro ver en el reflejo de la ventana frente a mi, la silueta de mi madre arriba mío, la cual impulsaba todos mis movimientos.

Era una marioneta accionada por un único Piolín, mi madre y sus sueños comprimidos de niñez.


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