Me despertaba, era sábado, desayunaba y almorzaba sin ganas sabiendo que iba a circo. A mi mamá le encantaba que vaya y yo solo lo hacía por ella, sin dejar de lado que me divertía la tonta idea de en un futuro tener nariz roja y pelo rizado de un fuerte color. Luego de llegar y hacer un par de trucos en el trapecio, me patino y caigo en un profundo y oscuro túnel. A medida que el vértigo iba cesando, una deslumbrante luz reflejaba cómo mi ropa básica y normal tomaba vida y color de un típico payaso de circo. Fue así como mi supuesta caída en el trapecio de mi cotidiana clase semanal, se convirtió en el impulso de un salto a otro trapecio, o mejor dicho, hacia una vida paralela como payaso. Caí a un vacío repleto de colores. No me sentía yo, mi esencia no era la misma Levanto la mirada, me encontraba sentada en el fino palo del trapecio, agarrada de ambas cuerdas como si fuese una hamaca. Al rededor mío, una ronda de personas, unas más altas que otras, esperaban ansiosas algún truco o ...